Mari Valverde Cerezo nos recibe en su hogar de Córdoba, en el barrio de Ciudad Jardín, un piso 3º, eso sí con ascensor, por el que actualmente paga su renta con grandes dificultades. Su casa te transmite optimismo nada más cruzar el umbral. Macetas por todos los sitios, muchos tapices orientales, figuras, que luego te fijas que son hadas, amuletos y lamparitas por los muebles, además de un sinfín de recuerdos que amontona con buen gusto en su comedor, hasta donde nos acompaña torpemente por sus grandes problemas de movilidad. Nos sentamos en un sofá y ella toma asiento en su butaca especial junto a la que se encuentra un portátil en un artilugio adaptado a sus necesidades. Del mismo surge una música relajante que no cesó en toda la entrevista y que junto al aroma que se respiraba (no le preguntamos qué era pero se parecía al sándalo) invitaba pasadas las seis de la tarde a una charla con esta mujer cuya voz cálida surgía, entre contenta y nerviosa, pero segura de sí misma.
Preparamos los aparatos de grabación y las cámaras de fotografía y, tras hablar un momento sobre su peculiar vivienda, sin más dilación empezamos a saber que Mari ha pasado unas 30 veces por el quirófano, por varios motivos, no sólo en su pierna dañada, sino por otros problemas de salud que ha padecido. Aún está pendiente de una nueva intervención para mejorar el aspecto de su pierna lastimada, una operación que la sanidad pública considera como cirugía plástica, de ahí la dificultad para acceder a esa intervención.
La luz de la tarde todavía era solvente y nos permitía mirarnos a la cara, nosotros la teníamos un poco a contraluz, pero no impedía observar su rostro limpio, con pocas arrugas y una mirada sincera y clara. Nos cuenta que todo comenzó cuando Mari tenía 11 años, una caída fortuita en su Adamuz natal le producía daños en la rodilla que motivaban su primer paso por el quirófano. Ese fue el inicio de un auténtico calvario durante 46 años que aún hoy no ha finalizado, que ha condicionado su vida y que le ha hecho llevar a cabo una disputa con diferentes administraciones para lograr unas condiciones de vida dignas, ante lo que ha sido una vida marcada por graves fallos médicos que, hasta hoy, no se han traducido en el respaldo económico propio de un estado de bienestar hacia sus ciudadanos con problemas.
Sus recuerdos surgen sin vacilación, quizás con dolor, pero sin resentimiento hacia la vida, más bien con una constante recriminación al sistema sanitario cordobés. "Me escayolaron la pierna, el dolor era terrible, me mandaron a Córdoba y me dijeron que me habían destrozado la pierna, me quitaron la escayola, pero la pierna se me doblaba hacia adentro y no podía andar. Después de eso, año tras año me operaban y a los tres o cuatro meses la pierna se me doblaba de nuevo para adentro, he llegado a estar hasta ocho meses seguidos ingresada en el hospital", recuerda Mari.
En una de sus visitas al quirófano, era adolescente entonces y aún no había alcanzado la mayoría de edad cuando se originó un segundo problema, el daño estaba en la rodilla, pero tras una de las operaciones a la que fue sometida, el pie de su pierna operada fue dañado, lo que hizo que sufriera dolores insoportables que finalmente derivaron en un nuevo paso por el quirófano: "fue el marido de otra paciente, compañera de habitación, el que me quitó la escayola y comprobamos que el pie estaba negro, llevaba tiempo quejándome desde que me operaron pero los médicos no me hacían caso, y cuando lo vieron me llevaron corriendo al quirófano, y si llegan a tardar un par de horas más me tienen que cortar la pierna a vida o muerte; el pie se me había vuelto por completo, al tener la escayola se me había gangrenado, el pie se me quedó sin movilidad, como si fuera un trapo, fue en el hospital Reina Sofía", rememora Mari, quién señala que "luego, fue al cabo de varios años cuando me hacen la primera radiografía en el pie, ni eso me hicieron, yo entré al quirófano con el pie bien, y salí de esa manera, ¿qué es lo que pasó en aquella operación para que se me quedara el pie de aquella manera?". Baja la mirada y a nuestra pregunta sobre su juventud nos cuenta que se la pasó entre quirófanos, un tiempo entre hospitales donde no disfrutó como la gente de su edad.
Pero es fuerte, no se viene abajo y nos sigue relatando que el problema añadido del pie dificultó aún más su movilidad, por eso fue enviada al Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, allí recuerda que "tenía entonces la rodilla un poco mejor, el pie es lo que tenía muy mal, en el Virgen del Rocío me dijeron que les habían dado una orden estricta de que no me miraran el pie, y en ese momento era mi principal problema, sólo la rodilla”. Cuenta, con rabia contenida, que todo estaba pactado entre los médicos para taparse los unos a los otros.
Y como su odisea no acabó ahí, Mari se recupera y con una sonrisa nos cuenta que “luego seguí luchando, me ingresaron en el Hospital General de Córdoba, supuestamente para hacerme un estudio, y digo supuestamente porque lo primero que hicieron fue mandarme a un psiquiatra para preguntarme qué manía y obsesión tenía contra los médicos, entonces tenía un agujero en el pie supurándome, se lo enseñé y le dije que lo único que tenía en contra es que llevaba años luchando para que me curaran. No volví a ver al psiquiatra, pero empezaron a darme unas pastillas, tenía algo más de 20 años, como no tenía nada para tomar esos tratamientos pues no las tomaba, les preguntaba para qué eran y no me explicaban". Mari se sume en una leve congoja y nos afirma que con esas pastillas querían acabar con su vida y que eso lo averiguó después cuando pidió que analizaran una de esas pastillas y le confirmaron que eran una dosis muy fuerte de un medicamento que tomadas repetidamente podían matar a un caballo.
Tras una pausa en el que nuestro fotógrafo le pedía posar y enseñar sus piernas para tomar unas instantáneas, a las que Mari se presta sin ningún pudor, reanudamos la conversación, que se nos antoja vertiginosa, y Mari insiste en mostrarnos ese lado optimista que siempre la acompaña y que afirma que eso no se lo van a quitar nunca los médicos. Nos centramos en su periplo y nos cuenta que aunque estos graves problemas condicionaron seriamente su vida, desde muy joven marchó a Córdoba y empezó a trabajar, principalmente como empleada de hogar: "lo he pasado muy mal, pero siempre me he superado a mí misma, pese a lo mal que he estado tenía que trabajar para vivir, no he permitido que me afecte a la hora de trabajar, me empeñé en llevar una vida normal, superior a lo normal, porque con todo lo mal que estoy he llegado a subir a los Picos de Europa y hacer unos 40 kilómetros, algunas personas que estén bien dudo que sean capaces, y pese a cómo estoy ahora mismo, que apenas puedo andar, intento salir adelante cada día".
Ese carácter positivo y vitalista, señala Mari, incluso se ha convertido en ocasiones en un problema, ya que esa actitud vital puede llevar a engaño: "tengo que luchar contra esto, parece que algunos por estar así me quieren ver hundida, depresiva y tomando medicamentos. Después de tantos años veo todo esto como un aprendizaje".
Y tras lo relatado fue entonces cuando Mari inició una larga batalla judicial sin resultado positivo para ella, así lo explica: "la mayoría de abogados que he tenido se han vendido a la parte contraria y no han hecho absolutamente nada, de hecho me han cerrado el caso y no se puede reabrir". Cuenta orgullosa que incluso en una ocasión hubo un ofrecimiento, por parte de la administración, de zanjar el asunto a cambio de alcanzar un acuerdo económico, algo sobre lo que Mari recuerda que "una vez me quisieron dar entre 25 y 30 millones de pesetas para que me callara, entonces mi situación económica era muy mala pero respondí que no quería un dinero manchado de sangre". Añade sobre este asunto que "en los años 70, cuando empecé a luchar contra los errores médicos este era un tema tabú en los medios de comunicación, la gente apenas denunciaba, había mucha censura, pero a raíz de empezar e insistir y de la creación de los canales de televisión privada la cosa cambió, hicimos manifestaciones en Madrid, empezaron a formarse asociaciones de afectados por errores médicos... ellos con ese dinero querían que parara todo eso, la gente empezaba a protestar y en prensa empezaban a salir los errores médicos, era ya en los años 80 o 90, pero no me iba a callar, no hubiera podido protestar más". Se explicaba atropelladamente y los recuerdos se le agolpaban unos sobre otros, con lo que las fechas podían bailar explicablemente, pero vimos a la persona luchadora y reivindicativa que no se daba por vencida y que superaba con energía sus problemas.
Retomamos el tema del fallido acuerdo económico y, según explica Mari, al no lograrlo "empezaron a amenazarme, y el primero que lo hizo fue José Antonio Griñán, entonces era ministro de Sanidad, fue el primero con el que hablé y me insultó y me amenazó. A partir de ahí, como no me callaba, ocurrió lo de las pastillas, fueron a por mí".
Mari Valverde tiene ahora mismo claras sus demandas: "primero que me curen, segundo que me paguen el daño que me han hecho, por daños y perjuicios, y parar las atrocidades en los hospitales". ¿Pero por qué ahora sí aceptaría el dinero que reclama y antes no lo aceptó? Ante esa pregunta su respuesta fue clara: ”aquel estaba manchado de sangre porque lo que pretendían era que me callara, y lo que yo quiero es sólo que me den lo que me corresponda por el daño que me han hecho”. Y volviendo a las presiones explica con un hilo de indignación, han llegado incluso en ocasiones en el marco de la atención recibida en hospitales públicos, así recuerda por ejemplo los instantes antes de una de sus muchas operaciones: "en una ocasión cuando me iban a poner la anestesia, empezaron a gritarme y amenazarme, me decían que con tanto que salía en televisión y que estaba siempre en prensa qué iba a pasar ahí, eso fue en el mismo quirófano,... me quedé dormida con tanta angustia y terror que pensé que de ahí no salía". Tras nuestras miradas atónitas ella nos mostraba su sonrisa como diciéndonos que lo que a nosotros nos sorprendía tanto, ella lo tiene superado.
Nuestra intriga iba aumentandoy le preguntamos si ningún médico había querido ponerse de su parte y hacer público su diagnóstico, pero una vez más aparece su media sonrisa para decirnos que ha habido médicos que han reconocido que con ella se habían producido graves errores clínicos, "pero no han querido ponerlo por escrito".
La tarde iba avanzando y la débil luz que ya entraba por su florido balcón iba creando un ambiente de complicidad que ni el flash de la cámara de Álvaro era capaz de romper. Al poco decidió que era hora de encender la luz y una lámpara general iluminó la estancia junto a dos lamparitas de sal que había al lado de la televisión. Era el momento de pasar página y nunca mejor dicho, ya que Mari nos enseñó su actividad reivindicativa y de denuncia, tan intensa en todos estos años, y que se ha plasmado en un libro ('Mi lucha por la verdad y la justicia', Ediciones Casas, publicado en 2014) y en varios blogs en Internet, aparte de aparecer en varios medios de comunicación en los últimos años, aunque señala algo apenada que han sido escasas las referencias aparecidas en los medios en relación tanto a la presentación de su libro como a las numerosas comunicaciones que ha realizado a lo largo de todos estos años: "he mandado miles de correos a medios de comunicación y apenas me han hecho caso, cuando lo han hecho ha sido por mi insistencia. La administración sólo tiene miedo a los medios, sin un reportaje de prensa no me han hecho caso, ahora sé que estoy censurada en buena parte de la prensa", explica. Sentimos un puntito de recelo hacia nosotros y le explicamos que surdecordoba.com no se debía a nadie, que era un medio libre e independiente y que lo demostrábamos estado allí y ahora se lo ratificamos con esta publicación.
En la actualidad, y tras años de cesar en su actividad reivindicativa, ha reanudado su lucha: "me iban a operar de la rodilla para quitarme un bulto de grasa, pero tardaron nueve años en avisarme, después me avisaron de nuevo hace tres o cuatro años del Hospital San Juan de Dios, y ahora hace pocas semanas otra vez, en esta ocasión del Reina Sofía, en total llevo esperando 16 años para esta operación, por eso he vuelto otra vez a la lucha. He presentado una nueva reclamación, ya que se han negado a curarme y que me han dejado inválida, ahora lo que pido es me paguen por daños y perjuicios, no estoy dispuesta a verme como estoy en la calle". Su cara nos dejó un halo de tristeza, quizás el único.
Mari nos vuelve a dar su cara optimista y destaca que en su momento acudió al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, "los únicos que se han portado bien, han sido formales para responderme, algo que no han hecho ni el Defensor del Pueblo, la Junta de Andalucía y el Ministerio de Sanidad, que han tardado meses en contestarme y con respuestas absurdas, mentira tras mentira".
Su situación económica actual es complicada, imposibilitada para trabajar por el estado de su pierna, con una pensión que apenas le alcanza para pagar el alquiler del piso donde vive y para comer y pagar las facturas más básicas, como luz y teléfono. Tampoco ha tenido respuesta alguna de ayuda por parte de los servicios sociales del Ayuntamiento de Córdoba, ni ha podido acceder a viviendas de protección oficial pese a solicitarlo de manera repetida. Una situación por otro lado que ha sido frecuente a lo largo de su vida: "el primer piso en el que viví me costaba 15.000 pesetas al mes de alquiler y ganaba 20.000, no tenía dinero para coger el autobús y tenía que ir a la otra punta de Córdoba, al Brillante, andando a trabajar con la pierna reventada".
Los ahorros que tenía, fruto de una pequeña herencia, le han servido para sobrevivir en los últimos años, pero ese dinero se ha acabado: "además hace unos seis años tuve un tumor en la espalda, estoy viva porque tenía ese dinero y acudí a la sanidad privada, estaba paralizada, no podía mover ni los brazos, y pude sobrevivir con ese dinero. Cuando iba al médico me decían que era de los nervios, estuve ocho meses que ni siquiera podía coger un vaso de agua, el dinero me sirvió también para pagar a una persona que me ayudara cada día", recuerda Mari.
Reconoce que hace años pensaba en que su vida hubiera sido muy distinta si los errores médicos no le hubieran provocado este cúmulo de situaciones que han minado su salud, aunque en la actualidad indica que "ahora lo pienso y todo esto lo veo como un aprendizaje, si hubiera tenido una vida normal no hubiera llegado hasta aquí de este modo, no hubiera alcanzado esta paz y felicidad, de saber aprender a ponerme en el lugar de los demás. Ha sido muy duro, pero lo miro desde un punto de vista positivo, y me ha hecho fuerte, soy una persona diferente". Y esa fuerza, esa energía, esas ganas de vivir son las que dice que fastidian tanto a los médicos que la han ido maltratando. Mari se jacta de escribir en sus blog contra personas con nombre y apellidos que le han hecho mucho daño, y que no se han atrevido a denunciarla, como ella dice “porque yo puedo demostrarlo todo”. Esta Mari provocadora se muestra contenta, segura de sí misma y feliz.
Hablando de su casa y de su paz espiritual terminamos deseándole suerte y prometiéndole que en breve aparecería este reportaje. Mari se merece una existencia digna, nosotros le damos las gracias porque aprendimos una lección de la vida con ella que será imborrable, esas lecciones que no aparecen en ningún libro de texto y que no se imparten en ninguna asignatura. Y el café, que no nos ofreció por culpa de los nervios de la entrevista y de lo que tanto se disculpó, puede ser un presagio para que volvamos a vernos otra tarde a charlar con la entrañable Mari y entonces saborearlo.
http://www.surdecordoba.com/la-lupa/apuesta-la-vida-los-errores-medicos